La Sra. Marquesa.- 1ª parte
La Señora marquesa murió como en realidad quiso pero no lo había deseado nunca, en una cama neobarroca, tallada y prestada por los que tanto vilipendió, después de recibir inconcientemente y en contra de su voluntad, los santos sacramentos y la bendición de SS. Salió con los piés por delante de la casa que siempre ambicionó pero que nunca queria haber habitado, en un ataud de madera nogal lacado, modelo egipcio. Nadie derramó una sóla lágrima por ella y hasta la única persona que lo hizo en público, llevaba sus apellidos prestados. El marqués heredero, su benemérito hijo, Pío Nono Cabeza de Vaca, había cuidado a la difunta madre, con honores de gloria y santidad y la complicidad de su abnegada esposa, la muy noble y leal Sra. Doña Escolástica Golon, velando con verdadera misión pontifical, guardar bien las apariencias.El día del óbito, Pío Nono Cabeza de Vaca, recibió el deseado baño de multitud en forma de duelo, en el lúgubre patio de la estancia –un panteón marmóreo de origen romano, rehabilitado en pleno centro de la capital- que había heredado legítimamente en concepto de gananciales por parte de su ferviente esposa, doña Escolástica y que el futuro Marqués, se había encargado de reformar y adaptar de acuerdo con su pueril obsesión de codiciar los bienes ajenos, no tanto para calmar sus celos enfermizos, sino más bien para exasperar –aún más- su perniciosa disconformidad vital. Muchos años antes, la difunta marquesa, había renegado de su díscolo hijo menor a quien quería con locura contrastada, por la obstinada costumbre de negarse a admitir la verdad, disfrazándola con las innumerables máscaras de la mentira. Lo que más le había dolido en el alma de la Sra. Marquesa, había sido la traición perpetrada por su díscolo hijo pequeño, traición que consistía para la difunta Marquesa, en desenmascarar la verdad por encima de la piadosa devoción que un hijo debe guardar al “cuarto mandamiento” . Acostumbrada al lujo y la comodidad, aunque herida de muerte, por el zarpazo de la mayor pena que puede sufrir una madre –sucumbir a la muerte de su primogénito, la Ilustre dama, prefirió vivir con la gente más afín y repulsada al mismo tiempo, por la antigua sabiduría que siempre rezaba en su oraciones. “más vale comerse una mierda a gusto, que vivir sometida a la incomodidad de las muchas necesidades que causa la pobreza, por muy limpia que esta sea”. Es cierto que D. Pio Nono y su venerable esposa, Doña Escolástica, no acogieron de buen grado la irrupción en su casa de la Sra. Marquesa, porque sabían a ciencia cierta los efectos nocivos para su salud y posición de la medicina que ellos mismos se iban a administrar, pero pronto, Doña Escolástica hizo acopio de su incontestable capacidad de adaptación sustentada en su dominio de la economía y rentabilidad, por encima de cualquier inconveniente, que para ello ella perito en cobrar intereses y costas a los asuntos más enrevesados de la misma caridad. .. continuará -creo- si tengo ganas.
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