Cuando el chulo de turno, comentó en el patio del colegio que los Reyes Magos eran los padres, me entraron unas ganas de asestarle una estocada que yo creo que desde entonces nació en mí la vocación de ser el Zorro. Años más tarde, cuando me lo encontré ya de mayor al enteradito de clase, babeando con su niño de cuatro años, un repelente niño más mal criado que la “Paris Hilton”. Un niño de estos que no sabes si entretenerlo poniéndote a su “altura” –porque además es un enano inferior a la talla media- o arrearle un manporrazo que se lie a dar más vueltas que un trompo a ver si se le quita la retahíla de los mimos. Y digo esto, porque, menos mal que han pasado las cabalgatas del despilfarro de caramelos y el empacho generalizado de los roscos de Reyes, la mañanita descafeinada de los engaños y desengaños parentales, de los fuertes olores impregnados en los ascensores comunitarios, del almuerzo familiar en los restaurantes chinos y la tarde internacional del envoltorio y las toneladas de estuches.
Este año, nos tocó la chorrada exportada del “amigo invisible”, por aquello del propósito de enmienda que hacemos cada año (un mojón pa el amigo invisible elioputa) de no gastar en vano el dinero que después tanto vamos a necesitar, en regalarnos –Reyes- los tropecientos mil miembros y miembras del clan familiar. Eramos cuatro a regalar tan sólo y a este aventurero decadente le tocó la más difícil de las papeletas: ELLA, la hacendosa madre y esposa, la que tanto dá y tan poco necesita, la que quiere más que ayer, pero menos que mañana…aquella que profiera la famosa frase indiscutible de: “Yo soy feliz con cualquier cosa”, para después dejarte más perplejo que un cornudo con su fastidiosa coletilla: “No sé…un bolso, un perfume, unos guantes, un chaquetón, un pañuelo, una crema hidratante, un corrector de ojeras, un reloj de pulsera, un pijama, unos zapatos”…¡AY, HIJO HAY QUE TENER UN POQUITO DE IMAGINACIÓN!....imaginación, hija mía de mi alma, lo que hay que tener contigo es más paciencia que el Santo Job. Me tocó y bien que me tocó, heme aquí en medio de la vorágine de unos grandes almacenes buscando esa crema hidratante de marca que anuncia la tele; pidiéndole consejo a la Srta de perfumería, sobre las propiedades, antistrés, menopáusicas y regenerativas del potingue…por no decir, lo que supone echarle imaginación para encontrar entre la maleza, un chaquetón, un bolso o unos zapatos de mujer. Misión imposible, si no fallas en el modelo, fallas en la talla: SEGURO y aunque aciertes, siempre te caerá la puyita de escuchar –una vez abierto el regalo- aquello tan sangrante de que: “pues mira que lo tenías fácil, porque llevo seis meses diciéndote que lo que más necesitaba era un reloj”...”además yo no sé porque te comes tanto el coco, cuando sabes en realidad la ilusión que me hubiera echo, la entrada a un balneario de masajes”….Y es que no aprendemos, hasta el año que viene y muchos más.
Y eso que tú lo tienes más fácil. Te pones la máscara, coges el caballo y te largas; figúrate los simples mortales.
ResponderEliminarUn abrazo