Te he buscado un día más, entre las nieblas de la rutina, enderredor de las miradas tristes ensimismadas, resguardado del calor insufrible de la tarde. Sé que tus has hecho lo mismo y no nos encontramos.
El reloj atrasa nuestro destino, marca las horas con un compás lento y parsimonioso, sabe que el tiempo juega a nuestro favor y no tiene prisa. Estaba pensando otra vez en ti –no hago otra cosa- lo demás sería perder el tiempo trabajando en lo que no deseo. Te he buscado en los campos donde reinan mis sueños, deshojando la margarita inventada por la ilusión que engaña. Te he buscado en los ojos del color de la almendra amarga; en los rizos teñidos que ondean sobre los hombros desnudos; en el pecado de unas curvas de escándalo y en la lisura de un vientre que luce pircing en su precioso ombligo.
Tu me enseñas las manos desde lejos y ries con la fuerza que dan los desengaños, entierras mis palabras en la fosa sin fondo de una cruda realidad, donde se vierten las culpas y los miedos inútiles. El don de la soledad nos hace libre, tristemente libre, pero nunca miente, el me dice que tu me estabas buscando, gritando en la noche las mismas palabras: ¿Dónde estas, amor, porqué tardas tanto?
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