Llevé a mi amigo el madrileño, que llevaba treinta y tres años sin ver la salida de la hermandad de los Gitanos –desde que lo hacía desde San Román- a presenciarla en plena bulla (y qué bulla, más indecente e irrespetuosa). Eran mas de las dos y media de la mañana cuando se formó una trifulca de lo más bochornosa e impresentable que se llevó por delante todo lo habido y por haber, incluso a las criaturitas (nazarenos y paisanos). Algunos intentamos quitarle hierro al tema ¡señores, tranquilidad, pensemos en nuestra cultura exquisita de la buya! –pero qué cultura ni qué ocho cuartos- un hombre gritaba desesperado al perder a su hijo de la mano- cundió entonces el pánico y la Hermandad que tenía ya las puertas de su Templo abiertas de par en par para efectuar la salida, las cerró a cal y canto. Hasta que fue advertida por las autoridades, de que se trataba de un hecho aislado y debidamente controlado. Yo intentaba calmar a mi amigo el madrileño con aquella manida frase: “estamos en una sociedad multicultural”. Después salió el Señor de la Salud y nos quitó las penas que merecían tanta emoción al verlo. Seguidamente nos dirigimos hacia la Magdalena-San Pablo. Miedo daba la concentración de gente que se daba cita por aquel sector. El ambiente muy tenso y cargado por la zona; invadido de dichosas “sillitas”; parejas jóvenes literalmente recostadas; grupos pre-botellonas, etc, etc. Salió el Calvario y parecía poner orden, con su respetuosa forma de imponer el ejemplo. Más o menos el espeso público se supo comportar hasta que se alejó el palio de la Presentación y aparecían los primeros tramos de la hermandad de la Esperanza de Triana. Mi amigo el madrileño, disfrutaba como un “cosaco” elogiando las maravillas de la noche más hermosa de Sevilla, hasta que los gritos de una pareja que corría despavorida con evidentes síntomas de maltrato de género, asustaron al personal, que inició las temidas “carreritas”con dirección a O´donell, San Eloy y Campana. Mi amigo y yo buscamos resguardo en los muros de la Magdalena y asistimos al espectáculo dantesco de ver a nazarenitos de la Esperanza de Triana, arrollados y caídos al suelo, muy asustados. Otra vez se volvía a repetir la pesadilla del 2000 –decía mi amigo, visiblemente contrariado- ¡No hombre, qué vá, estoy escuchando la radio, no pasa absolutamente nada, se trata de hechos aislados…al parecer ha habido una pelea con lanzamiento de botellas en la esquina de c/ Julio César y también una “puñalá”por la zona del Altozano!...está todo controlado, ya viene el CECOP para rodear el centro y actuar de contención. El Stmo. Cristo de las Tres Caídas, hacía levantar de nuevo nuestros compungidos ánimos y Julio Vera, apuntaba con su insigne corneta una marcha aplacadora. Mi amigo se lamentaba, entre los sollozos de emoción que le había producido la apoteosis de la hermandad trianera en calle: “la madrugá, ya no es la misma que yo recordaba”. Nó, -le corregía yo- jurándome a mí mismo no volver a repetir nunca más estas desagradables experiencias: La madrugá sigue siendo la misma –nuestra noche más hermosa- lo que pasa que este invento de las libertades nos permite a todos compartir las mismas calles con distinto sentido del respeto y las tradiciones. Y hay gente –desgraciadamente- que no merecen el don de la libertad.
No se porque a esos que no les gusta la Semana Santa no se van a otros lugares de Sevilla en la madrugá, callees por las que no procesione ninguna Hermandad, Y a los que nos gusta y la sentimos de verdad nos dejen disfrutarlas tranquilamente.
ResponderEliminarSaludos
Gracias a los medios de comunicación -que aplacaron los ánimos- y a los que estamos y vamos a lo que vamos no llegó a repetirse aquello de lo cual no quiero ni acordarme.
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