El Amor ¡oh el Amor!, que derrama tanta tinta como sangre…Qué diferencia hay entre un amor incondicional –que es soberanamente el que profesan los bienaventurados, el amor que lo da todo a cambio de nada porque no recibe a cambio mas que sinsabores, dolores de cabeza, insatisfacción y poco a poco va mermándose hasta convertirse en vinagre agrio y se vuelve en un cariño egoista que no busca otra cosa que la venganza por ganar esos años perdidos con la persona amada. Ustedes dirán que eso no era amor, pues yo les responderé que si, que era amor verdadero –sin intereses de por medio- Amor de “contigo pan y cebolla”, el que se hace fuerte viviéndolo juntos con los años, porque no tiene mas recursos, ni remedios que el que le confiere las sagradas escrituras, cuando reza en sus celebres palabras: “para lo bueno y para lo malo”…
Pues bien, que diferencia hay entre ese amor que termina mas corrompido y roto que este otro amor de lujo. El amor que vale lo que cuesta el dinero, que lo compra todo. Este amor condescendiente que se encierra en una cárcel de oro, , noble y solemne bajo la luz de la luna, sentado a la mesa ornamentada con todo lujo de cristal y plata. Este amor involucrado con el poder, sumamente remunerado a cambio de fingidas sonrisas. Un amor en cuya lujosa “suite” no cabe el descontento ni la incomodidad, cuando sus posaderas se mullen en los tresillo de damasco mas confortables. Un amor que no tiene tiempo de deprimirse repasando su envidiable agenda de viajes, un amor dispuesto siempre a pagar el buen gusto y rendir culto cada vez que se lo pida el cuerpo. Un amor que la historia del tiempo ha intentado siempre sacrificar con la reverenda frase de que: “el dinero no da la felicidad”…
Este aventurero decadente, piensa que este ultimo Amor, genera igual pasion, que aquel Amor que compensa su escasez de medios con la autenticidad de sus sentimientos y en su defecto, con grandes dosis de ilusión: ¿Qué diferencia hay?
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